miércoles, 18 de noviembre de 2015

El Estado Islámico no busca jóvenes religiosos

     Estoy leyendo mucho sobre islamismo para el libro que estoy escribiendo ahora. Entre otros textos, ha caído en mis manos un manual del "arte del reclutamiento", recopilado por un tal Abu Amru Al Qa'idy. Es sorprendente lo que se puede aprender de él y cómo encaja con lo que estamos viendo día a día, si rascamos un poco en la superficie y vemos la realidad que subyace.
         Es habitual leer en la prensa que un yihadista europeo cualquiera era un pequeño delincuente con antecedentes —normalmente por tráfico de drogas o robos— y "de repente", un día "se hace religioso y se radicaliza". Eso es un poco raro, ¿no? ¿Y cómo es que el mismo patrón se repite una y otra vez? Pues porque es el perfil que están buscando.
         Una de las primeras advertencias que hace el manual es que no se busque a personas formadas en el Islam y el Corán, porque van a poder rebatir con argumentos sólidos las soflamas de la falsa yihad que predican ellos y eso puede incluso hacer dudar al reclutador, no digamos ya al resto de futuros "mártires". En lugar de eso, sugiere que se busque a jóvenes que se sientan abandonados por la sociedad —y la familia, a poder ser— dado que son los más fáciles de conducir hacia el odio y darles un propósito vital. También aconseja que no sean especialmente brillantes, puesto que, cuanto menos inteligentes, más fácil es manipularlos —eso sin contar con que la juventud es uno de los momentos en que más influenciables somos—. Por supuesto, mejor con antecedentes, puesto que esos ya han roto la barrera de lo moral y legalmente correcto y será más fácil que lo vuelvan a hacer.
         Por ello no hay que esperar otra cosa en nuestro entorno. Diferentes son las zonas en guerra —Siria, Iraq—, donde el perfil es diferente del todo, por motivos obvios.

         Y no, el Islam no es una "religión de paz". Quienes lo suele decir son musulmanes que no han leído su libro sagrado y solo siguen por inercia sus costumbres, como tantos cristianos en occidente. Pero tampoco el Islam es lo que el EI y antes que ellos Al Qaeda hacía y hace.

viernes, 2 de octubre de 2015

El 80% de pederastas pueden quedar impunes con la reforma de la LECRIM

         El Congreso ha aprobado una reforma de la vetusta Ley de Enjuiciamiento Criminal (es de 1882). En ella introduce apartados muy necesarios para la investigación de delitos a través de Internet que serán muy bienvenidos.
         Lo preocupante es que, al mismo tiempo, los políticos han añadido una serie de artículos para protegerse de las investigaciones contra la corrupción. Uno de ellos es cuestión de semántica: el cambio de la palabra "imputado" por "investigado", para evitar el desprestigio que dicho término causa a los corruptos. En dos meses, el menoscabo de la una habrá pasado a la otra y todo seguirá igual.
         Más grave es el recorte de los plazos. Cansados de que los juzgados tengan tiempo para investigar y que ello saque los trapos sucios de los partidos y de los que los componen, han reducido el tiempo que tiene un juez a seis meses para investigar una causa sencilla y al triple para una compleja. Este tiempo se puede prorrogar por otro de igual duración si lo proponen alguna de las partes (fiscal, acusación, abogado...), pero no el propio juez de instrucción. Aquí tenemos dos piedras en una: algunas pruebas tardan más de ese periodo y, de paso, si por motivo de plazos una solicitud de prórroga no llega a tiempo, todo el asunto se cerrará y los corruptos podrán irse a casita incólumes.
         En su afán de protegerse (de evitar nuevas Púnicas, Gúrtels o EREs) han olvidado los daños colaterales que van a causar: cualquier investigación contra la pederastia online (y de la mayoría de delitos tecnológicos) dura más de seis meses y, a menudo, de dieciocho. Cada vez que se piden mandamientos, necesarios en España —al contrario que en la mayoría de nuestro entorno— para conocer el titular de una IP, pasan semanas hasta que el Juzgado puede responder (están saturados de trabajo) y, a veces, meses hasta que la operadora en cuestión responde.
         No solo eso: cada investigación da lugar a un registro domiciliario o más y el análisis del material encontrado, si se quiere hacer bien, puede tardar seis o siete meses, eso dedicando personal en exclusiva y contando que no haya demasiados discos duros.
         Si del análisis de ese material, como es habitual, se desprende en hallazgo de nuevos abusadores de niños, va a ser imposible enjuiciarlos. ¿Realmente es eso lo que querían conseguir?
         La solución a la lentitud de la Justicia en España va por otro lado. El primero, dotar de MEDIOS adecuados, tanto humanos como materiales (que todo se haga mediante papel, fax y telegramas es inconcebible: debería estar informatizada cada conexión entre juzgados y con la Policía).

         El segundo, algo tan SENCILLO y que lleva implantado en nuestro entorno AÑOS como los acuerdos antes durante la instrucción, algo que se empezó a implementar, a medias y con timidez, con los juicios rápidos e inmediatos: si acusación y defensa están de acuerdo, deberían poder evitar el juicio oral ANTES de que se celebre. Con eso se iban a quitar de en medio el 70% de causas sin molestias y ahorrando tiempo a la Administración de Justicia y al resto de partes (testigos, policías, etc).

martes, 8 de septiembre de 2015

La reparación más cara de la historia (proporcionalmente)

         
         Antes de ser policía trabajé (como casi todo el mundo) en muchas otras cosas. Una de ellas, y de las más interesantes, a pesar del poco tiempo que duré —ya había aprobado la oposición y solo estuve hasta entrar en Ávila— fue en el servicio técnico de una importante empresa de ordenadores. Era un empleo divertido, que me llevaba de un lado a otro de la provincia de Zaragoza en una furgonetilla de lo más apañada. Visitaba desde granjas que tenían nidos de ratoncitos dentro de la torre (claro, al calor del cacharrete estaban a gusto) hasta empresas urbanas donde un jefe no encendía un ordenador, porque tenía un subordinado que lo hacía...
         En una de esas, entró un aviso de una familia a la que no le funcionaba la voz de su PC recién comprado. Me agencié una tarjeta de sonido nuevecita, las herramientas... y carretera, porque estaba en un pueblo. Según el telefonista que les había atendido, ellos daban fe de que todo estaba correcto, a pesar de que se les había avisado de que se les facturaría si la causa era imputable a ellos, por mucho que el cacharro estuviera en garantía.

         Total, que tras una hora de coche, me planto en la casita y, tras la bienvenida de rigor, acudo a la salita donde tienen el equipo. Antes de instalarlo comienzo con algunas comprobaciones básicas: que los altoparlantes están encendidos, que los drivers estén bien instalados, que no haya ninguna señal de dispositivo defectuoso en Windows... Todo bien. Pongo algo de música... y nada, no suena. Qué raro. Demasiado raro. ¿Es posible que sea algún tipo de avería que no la diagnostica?
         Así, pues, me tiro al suelo a abrir la torre para cambiar la pieza defectuosa y reparo en un pequeño detalle. Los colores de los conectores jack de micrófono y altavoces no coinciden con los de la placa. Será posible qué...
         —Señora, voy a volver a encender el ordenador, si no le importa...
         De nuevo en marcha, cambio las clavijas, vuelvo a darle al play y... tadaaaa, todo arreglado.
         Entonces vino el momento de escribir la nota de trabajo. ¿Cómo redactar en qué ha consistido la reparación sin dejarlos como tontos? Estrujándome la mente para contarlo de una manera pomposa y al mismo tiempo sin faltar a la verdad.
         Al final, por "reparación efecutada: cambiar conectores de sitio" les facturaron tres horas de trabajo (una de ida, una de vuelta y una en el terreno, lo mínimo) a razón de ocho mil pesetas hora, más los doscientos kilómetros de desplazamiento. Más de treinta mil pesetas del año 2002 por mover una puta clavija de sitio.

         Yo no sé si me odiarían mucho. Desde luego, sentí vergüenza de aquel hostiazo que les metieron —que es lo que cobraba la empresa, no lo que me pagaban a mí, que ya me gustaría—. La verdad es que no podían decir que no se les hubiera advertido...

jueves, 3 de septiembre de 2015

CINE: Regreso a los Balcanes

         Me suele aburrir sobremanera el cine de Fernando León de Aranoa, con el culmen del sopor en "Los lunes al sol". Por eso, cuando supe que la esperada película "UN DÍA PERFECTO" ambientada en la Bosnia de 1995 era suya, reculé bastante, a pesar de la presencia de estrellas internacionales como Benicio del Toro o Tim Robbins. De todas formas, la idea me parecía atractiva, así que cogí a Jéssica, le di un voto de confianza y nos fuimos al cine.

         El resultado: una película REDONDA. Entretenida de principio a fin. Con la simple idea de una ONG que quiere conseguir una cuerda para sacar un cadáver de un pozo antes de que se pudra y lo envenene, da para cien minutos de metraje que no dan respiro. Y sin necesidad de que haya un solo tiro en todo el rato. No le hace falta. Unos personajes llenos de vida y de ideas propias y un paseo por los Balcanes, que son los verdaderos protagonistas. Estoy seguro de que a muchos españoles que estuvieron con casco azul en aquella época, habrá cien cosas que les resulten familiar. Por cierto que, como atrezzo, aparecen nuestros BMR y los viejos CETME-L. Cuando los soldados mostrados no son españoles, la cosa cambia bastante. De hecho, los obtusos que aparecen en la peli son un danés y un belga. Lógico. Estoy seguro de que nuestras tropas hubieran sido bastante más prosaicas en ciertos momentos y los problemas se hubieran resuelto de manera más sencilla.

         La película destila un cierto fatalismo que es habitual en el cine ambientado en aquel lugar del mundo. Quitando la prescindible "Guerreros", del inefable Daniel Calparsoro, otras situadas en ese conflicto tienen ese halo de que las cosas han de pasar así y que el Hombre solo pasa por allí de casualidad. En concreto la película bosnia "En tierra de nadie" me recordó mucho a la que ahora estrenan. Por fortuna, la de León de Aranoa tiene, al mismo tiempo, un sutil humor socarrón que destila en casi todas las escenas. Como si fuera la única manera de mantener la cordura entre tanta crueldad.


         En resumen: si estuvisteis en Bosnia, no os la perdáis. Si queréis darle un empujón al cine español (rodado en inglés, en este caso), no os la perdáis. Si queréis pasar un buen rato de cine, no os la perdáis.

viernes, 14 de agosto de 2015

El ministro, el ex-ministro, el postureo y la ley


       En un escandalazo sin precedentes, un ministro del Interior que tiene cierta tendencia a meter la patita cada vez que habla —o que hace algo—, se ha reunido, en la sede del Ministerio, con Rodrigo Rato, otrora prez de la economía y vicepresidente de Aznar y hoy caído en desgracia al descubrírsele varias investigaciones por seria corrupción —y eso a pesar de haberse acogido a la "amnistía fiscal" que se inventó el PP tras criticársela al PSOE—.

         Fernández Díaz ha dado explicaciones contradictorias sobre por qué demonios cometió esa torpeza, en las que afirma, como es obvio, que no ha cometido delito alguno. De hecho, reunirse incluso con el mayor de los criminales de la Historia no lo sería. Otra cosa es que sea una imagen adecuada para un gobierno agonizante que intenta legitimarse como sea para frenar la anunciada debacle de las próximas elecciones. Mi opinión personal es que no es más que otro gesto de caciquismo, como tantos otros a los que nos tiene acostumbrado un Ejecutivo tan autoritario como incapaz.
         De resultas de todo esto, el PSOE se ha apresurado a presentar una denuncia contra el ministro por "omisión del deber de perseguir delitos, prevaricación y revelación de secretos". Éste no ha tardado en contraatacar y avisa que denunciará a su vez a los socialistas por "injurias, calumnias y denuncia falsa". Ya está montado el sarao.
         El derecho, no obstante, va por otras vías y, aunque yo no soy jurista, sino un humilde policía judicial, creo saber lo suficiente para explicar por qué no va a pasar nada en uno u otro sentido. Y no, no tiene nada que ver con que el Fiscal General del Estado deba obediencia al ministro de Justicia que, fíjate tú qué cosas, es parte del mismo gobierno que el de Interior. No hace falta ni eso.
         La ley de Enjuiciamiento Criminal dice que todo aquel que conozca un delito debe denunciarlo de forma inmediata. No es necesario presentar pruebas, solo tener la sospecha de que se ha cometido. Los jueces y policías se encargarán de investigar si es cierto o no. Y bueno... indicios racionales de que la cosa no está muy clara los hay: el ministro que manda a aquellos que investigan a Rato se ha reunido con Rato. En fin. ¿Puede prosperar la denuncia? No, no puede. Las investigaciones penales son cosas de hechos, no de suposiciones... y de la reunión de dos personas en un despacho, a puerta cerrada, poco se va a poder saber. Salvo que Rato publique secretos que le haya pasado Fernández o la Guardia Civil reciba órdenes concretas de no investigarle, algo que sería ya ilegal por sí mismo.
         Del mismo modo, la contradenuncia tiene las mismas pocas posibilidades: una denuncia falsa es aquella que se pone con temerario desprecio de la verdad o a sabiendas de que lo que se dice no ha ocurrido. Es obvio que, igual que no se puede saber lo que se habló en dicha reunión, se puede suponer, dadas las posiciones de ambos —investigador e imputado—, que muy limpio no fue aunque, como he dicho, nada es demostrable.
         Las injurias tienen aún menos base. El ministro debería saber, por un lado, que solo son injurias, como en el caso anterior, las que se hacen con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad. Por otro, debería saber que los diputados son inviolables. ¿Qué quiere decir? Que pueden decir las mayores barbaridades en el ejercicio de sus funciones sin que se les pueda hacer reproche penal alguno. Es decir, son irresponsables, aunque fuera del derecho esa acepción tenga otros significados que parece que también se les podría aplicar a unos cuantos.

         Así, pues, todo esto no es más que un paripé, un postureo sin más sentido que marcar posiciones y desgastar al contrario con vistas a la cita con las urnas. Lo peor de todo es que el ministro ha puesto a trabajar a funcionarios en la contradenuncia, es decir, usar recursos públicos para dirimir un asunto tan privado como su amistad con Rato. Otra mácula más en uno de los peores políticos que ha dado este país —y mira que hay para elegir—.

sábado, 8 de agosto de 2015

La policía y "el pueblo"

         En periodos convulsos o simplemente cuando hay una manifestación o huelga por cualquier motivo, las redes sociales suelen llamarse de un clamor para que la policía "se olvide de los poderosos y ayude al pueblo". Me he preguntado muchas veces si están seguros de lo que quieren decir. Si se ahonda un poquito en el significado de esa afirmación, enseguida nos encontramos con pegas, con complicaciones. Y lo sé, a la mayoría de personas les gustan las respuestas simples a cuestiones complejas y, por tanto, optan por la falacia en vez de por la verdad. Este sábado me he decidido a sentar delante del teclado y a poner por escrito estas reflexiones:
         Un país de cuarenta y seis millones de habitantes es un ente muy complicado, cuya legislación ha evolucionado a lo largo de los siglos. La manera de regirse no es accidental: su cuerpo normativo, a través del método de ensayo y error ha ido viendo qué funcionaba mejor y qué peor y, con sus imperfecciones, ha de ser justo en mayor medida que no serlo, puesto que una injusticia mantenida en el tiempo desemboca en una revolución. Por supuesto, la sociedad evoluciona y las leyes también, porque las necesidades cambian y hay que cubrir cada nuevo aspecto. Por tanto, tenemos un montón de normas obligatorias que cubren casi todos los aspectos que deben ser cubiertos, desde si es adecuado o no ir desnudo por la calle hasta qué hacer si alguien asesina a otra persona. Los poderes públicos, entre ellos la policía, están obligados a cumplir todas esas normas. Es lo que se llama "Estado de Derecho", donde nada —idealmente— está por encima de la Ley.
         Por otro lado está "el pueblo". Es un concepto difuso en la mayor parte de las ocasiones. En puridad, es el conjunto de todos los habitantes de un país, incluyendo a los millonarios, los políticos y los nueve millones de personas que votan al PP. Ese concepto no suele ser entendido por los manifestantes, en parte enardecidos por la masa —el ser humano no se comporta de la misma manera en solitario que cuando forma parte de un grupo— y en parte porque todo el mundo tiende a rodearse de otros que piensan como él y, por esa falta de contraste, acaban por pensar que la totalidad de españoles tienen su mismo ideario, una de las grandes falacias que cuesta descubrir. Así, pues, "el pueblo" no es quien se manifiesta, ni todos los que están de acuerdo con ello: lo forman todos esos y además los que piensan y defienden justo lo contrario. Es cada uno de los que viven en España.
         Cuando una manifestación degenera en violencia, los que la llevan a cabo son apenas unos cientos de personas en el mejor de los casos. Los más de los ciudadanos que han ejercido su derecho a hacerse oír ni siquiera han estado en contacto con ellos. Por ello, es comprensible que, sobre el terreno, la gente se indigne y acuse a la policía de ello: carecen de la información suficiente. Lo que ya no es tan edificante es que ciertos medios informativos rehúsen buscar la verdad a cambio de unos buenos titulares y que cada habitante que protesta no se moleste antes en investigar. Internet está lleno de fuentes en las que se puede ver la realidad y luego que cada uno decida.
         Cuando se inicia el vandalismo contra un restaurante de comida rápida, ¿acaso no debe la policía intervenir? Si son los agentes los atacados, a menudo aguantan lo indecible —yo siempre lo digo: no valdría para la UIP, aguantar horas y horas bajo una lluvia de piedra, huevos y pintura sin poder actuar hasta que no lleguen órdenes "de arriba"—. Y eso teniendo en cuenta que todo español tiene derecho a defenderse si es injustamente atacado. La heroicidad de los antidisturbios es algo que solo comprende quien se ha puesto en una manifestación detrás de ellos y ha visto un ápice de lo que les ocurre.

         Es habitual en esas situaciones que se diga "la Policía debe unirse al pueblo". Para ello suelen poner una foto de Alemania, donde los uniformados, con los cascos en el cinto, van delante y a los lados de la marcha. Quien lo afirma, una vez más, no se ha molestado en aprender lo más mínimo. Lo que está haciendo es, tan solo, proteger el desarrollo del acto con un despliegue habitual cuando no hay amenazas inminentes. Si las hay, los germanos son mucho más drásticos que aquí y, como muestra, un botón:

         Yo me pregunto, por tanto, qué es "unirse al pueblo". ¿Acaso no es "pueblo" el que está cenando o trabajando en McDonalds? ¿No lo es laseñora que necesita cobrar el alquiler de su inquilino moroso para poder llegara fin de mes, porque es viuda y cobra apenas 300 euros de pensión?
         Además, queda una gran pregunta: si quien tiene que garantizar el cumplimiento de la Ley no solo no lo hace, sino que la empieza a infringir, ¿dónde está el límite? ¿Permitimos que se robe, pero solo bancos? ¿Y por qué bancos y no otros negocios? ¿Y cuando el tendero le vuele la cabeza con la escopeta al cuarto ladrón de la semana? ¿Lo detenemos? ¿O permitimos también el asesinato? Ya puestos, si todos roban ¿por qué la policía no, que está mejor equipada?
         Como podéis ver, eso no puede ser: las normas deben ser cumplidas escrupulosamente por los agentes o todo se va a la mierda con una velocidad de vértigo.
          Otra afirmación habitual es la de "no perseguir a los políticos, que son los verdaderos culpables". Es una falacia que se cae por su propio peso. En primer lugar "los políticos" es algo tan genérico como "los bomberos", "los maestros" o "los aficionados al fútbol": hay que discriminar y actuar cuando se detecta el delito... y las pruebas están ahí: Gürtel, Púnica, ERE, Malaya, Nóos... Caen de todos los signos y en todas las situaciones, algo que la sociedad conoce, como es obvio. Muchos no están en prisión preventiva —es decir, ANTES del juicio—, como tampoco lo están la mayor parte de delincuentes, salvo aquellos que han cometido delitos contra las personas. Es normal: hasta después de que una sentencia los condene, son inocentes a todos los efectos y tener en prisión a alguien que un juez no ha declarado culpable es una medida excepcional. Y así debe serlo.
         Porque la policía SIEMPRE está al lado "del pueblo". Porque es su obligación. Los agentes no son psicópatas: conviven cada día con lo más desfavorecido de la sociedad y a menudo les desgarra el corazón no poder ayudar más. Muchos pagan de su bolsillo un bocadillo, un billete de tren o una bufanda a alguien que está al límite de su aguante. Algo que nadie les va a devolver, pero llegar a casa con la conciencia tranquila no tiene precio.

         ¿Quien decir esto que todo es perfecto? ¡No! ¡Hay mucho que cambiar! Hay leyes injustas, hay situaciones no contempladas... La corrupción tiene poca persecución penal y, en general, los delitos contra la propiedad. Por contra, aquellos contra las personas tienen unas penas muy duras. Es un modelo que nos hemos dado y que nos da uno de los ratios más bajos de homicidios por motivos pecuniarios de todo el mundo. A cambio, la impunidad de ciertos delincuentes es casi absoluta. Como veis, ni esto es sencillo de cambiar, puesto que todo acto trae una consecuencia.
         Por último, os dejo una canción que viene al hilo... y la escribieron los Beatles. Os la resumo, por si alguno no va fuerte en inglés: sí, hay que cambiar las cosas, pero no te arrogues la suprema sabiduría: quizá no tengas tanta razón como piensas.

         

jueves, 30 de julio de 2015

Así, joven amigo, que quieres ser policía...


       Te dedico estas líneas a ti, que eres joven y me has preguntado un par de veces cómo conseguir ser policía y lo que representa. Te lo cuento por aquí porque puedo explayarme con calma y sin que la inmediatez de las redes sociales lo engulla en su vorágine.
         Lo primero que necesitas es vocación, por encima de lo demás. Si tu objetivo en la vida no es ayudar al ciudadano a costa incluso de su desprecio, éste no es tu trabajo. Si tienes miedo a las consecuencias —te van a denunciar con total seguridad antes o después—, mejor búscate otra cosa. Si buscas esconderte tras un mostrador, mejor hazte portero. Por supuesto, si tienes ínfulas de matoncillo, haz otra cosa porque, aunque engañes al tribunal, no lo harás con los compañeros y te verás solo. Más te vale tener nervios de acero, porque te insultarán muchas veces. Si eso te afecta, no vales para policía.
         Para formar parte del Cuerpo has de aprobar una oposición que no es en absoluto fácil. Aunque solo te piden bachillerato, la mayor parte de los que se presentan tienen una carrera universitaria y controlan, como mínimo, otro idioma. Muchos, al menos dos, aparte del español. Tendrás que enfrentarte a ellos en un temario que abarca temas de derecho, psicología, sociología, informática, riesgos laborales y un largo etcétera. Si lo apruebas, tendrás que afrontar unas pruebas físicas que incluyen flexiones, saltos, carreras y circuitos de agilidad. Tendrás que superarlo y con nota para pasar a la siguiente prueba: baterías de test psicotécnicos, examen de inglés, de ortografía —es importante escribir bien si quieres ser agente de la ley— y pruebas psicológicas. Si lo pasas, tendrás un reconocimiento médico, análisis de sangre y orina y una entrevista personal con un miembro del tribunal.
         Si has llegado hasta ahí, no creas que ya eres un funcionario de carrera: tendrás que pasar un año en la Escuela General de Policía en Ávila aprendiendo materias como investigación, seguridad ciuadadana, científica, deontología, sociología, psicología, derecho penal, procesal y administrativo, tiro, defensa personal, informática, etc. Si consigues aprobarlo, todavía te queda otro año de prácticas, también eliminatorio, en que actuarás como policía, siempre acompañado de un agente veterano y tendrás que tener mucho cuidado porque si la cagas acabarás en la calle.
         Olvídate de lo que has visto en las películas, en las españolas y también en las del otro lado del charco. Ser policía es un trabajo. Tu trabajo. No vas a tener un tiroteo cada semana. La mayoría de agentes, por fortuna, acaba su carrera sin pegar un tiro fuera de la galería. Posiblemente sí que tengas persecuciones, más a pie que en vehículo y te revuelques con detenidos por el suelo. Eso no tiene glamour. Es sucio y peligroso. Aunque ganes y le pongas los grilletes —que es como llamamos a las esposas— habrás sufrido y los golpes no se pasan al final del episodio: te los llevas a casa y duelen todo el tiempo.
         Por supuesto, nada de "aquí lo tenéis, chicos, lleváoslo". El detenido es tu responsabilidad y los papeles —las diligencias o atestado policial— que has de hacer por cada uno te va a llevar mucho más tiempo que la intervención en sí. No habrá un detenido que te tenga escribiendo menos de tres horas. Y al acabar, vuelve a ponerte la gorra y sal de nuevo a patrullar.
         Prepárate a que cada actuación sea examinada hasta el mínimo detalle por los mismos que te llamarán para que les ayudes. Ten en cuenta que cada vez que evitas una pelea, detienes a un ladrón o ayudas a una señora que se ha caído, nadie te va a aplaudir, pero como te veas obligado a usar la fuerza para atrapar a ese ladrón que, además, tenía una navaja, te van a linchar virtualmente.
         Tendrás que ir preparado porque "nunca pasa nada hasta que pasa" y quizá no te gusten las armas pero si, Dios no lo quiera, alguna vez la tienes que usar, mejor será que estés preparado y sepas lo que tienes entre manos, porque cuando las pistolas relucen es porque la vida está en juego. No creas, como en la tele, que las balas van donde quieres. Con cerca de doscientas pulsaciones por minuto, la adrenalina bombeando y los músculos agarrotados, solo podrás hacer lo que hayas ensayado mil veces. Ni siquiera verás un cuerpo definido, sino una mancha borrosa. Tendrás que convencer a un juez de que no le diste un limpio disparo en la mano que tenía la escopeta porque es fisiológicamente imposible.
         No esperes cobrar una hora extra en toda tu vida de las muchas que vas a hacer. El delincuente no entiende de turnos y cometerá su delito media hora antes de que tengas que ir a casa. Recuerda lo de las tres horas que te he dicho más arriba. Pasarás en vela miles de noches, no tendrás jamás un horario normal como el resto de tus amigos, trabajarás muchos fines de semana. Cuanto crezcas y tengas familia, ver a tus hijos podrá ser una odisea muchos días.
         Tal vez consigas estar destinado en una unidad de Policía Judicial, de los que van de paisano. En teoría tu horario será más "normal", pero la realidad es que la mitad de tu tiempo lo pasarás vigilando casas, almacenes o a individuos, para saber lo que hacen y cómo se mueven... y sin que te detecten. Tendrás que aprender a redactar muy bien, con la máxima claridad y convencer a un juez de que lo que cuentas ocurrió tal cual.
         Muchos de tus detenidos saldrán libres tan pronto como los pongas a disposición judicial. Debes entender que tu trabajo es pillarlos, cien o mil veces si es necesario. Si has escrito bien, antes o después saldrá el juicio y lo mandarán a prisión. Porque vas a acudir a muchos juicios. En ellos, abogados sin escrúpulos te acusarán de barbaridades solo para ponerte nervioso y que su defendido quede libre. Te intimidará la mirada seria de los magistrados, que no están de tu parte, pero tampoco en tu contra. Deberás tener pruebas sólidas.
         Tendrás jefes buenos... pero también malos. Algunos darán todo por defender a sus chicos. Otros te tirarán al pie de los caballos. Con todos habrás de lidiar. También habrá algún "compañero" que nunca esté disponible cuando pidas apoyo, pero por suerte son los menos porque si algo queda en la Policía es compañerismo. Y ojo, que eso no incluye encubrir a algún delincuente, si los hay. A esos nadie los quiere y suelen acabar denunciados y expulsados.
         A pesar de todo eso, cada día desde que entré en esta profesión es un orgullo y un nuevo acicate. La sonrisa siempre presente y la satisfacción del deber cumplido. Con cada pequeño triunfo en la memoria y cada fallo anotado para no repetirlo.

         Porque para ser policía debes quererlo ser. Solo en ese caso, joven amigo, deberás emprender este camino.

sábado, 18 de julio de 2015

La odisea de la compra legal de ebook

No es la primera vez que le pasa a alguien de mi entorno, pero sí la primera que me ocurre a mí:

Pongamos que quiero adquirir un libro que me interesa. Que ese libro está en formato electrónico, que me resulta más cómodo que pasar hojas, sobre todo para leerlo de noche sin molestar a nadie.

Ese libro (mala suerte) no está en Lektu, que comprar ahí sabes que te garantiza que todo va a funcionar bien y rápido... así que toca buscar. Lo encuentro en Amazon y El Corte Inglés... Vale, vamos a ello... ¡Oh, no, tiene DRM! ¿Y ahora qué hago?

Pues tenemos dos opciones:

1) Descargarlo de Amazon y pasarme un buen rato con el Calibre quitando drm y adaptándolo para poderlo meter en mi Kobo.

2) Descargarlo de El Corte Inglés, instalar Adobe Rights Management y al final que no me permita leerlo en Kobo...

Mientras tanto, lo busco por Internet y tengo doscientas páginas con el libro a un click, sin pegas y sin conversiones complicadas.

Solución: acabo pagando Y descargándomelo. Tengo que usar la copia pirata porque no hay forma de usar la legal.

Entiendo que, ante esos problemas, el 90% de los ciudadanos elijan la pirata sin pasar por caja.

¿Tan difícil es hacer las cosas BIEN, como Lektu? Tenemos la piratería que nos merecemos, al menos en parte. La persona honesta que quiere comprar tiene mil pegas para hacerlo (es como las amenazas en forma de anuncios cuando compras un DVD original). El ilegal lo tiene todo de cara.

¿Es que estamos tontos?

jueves, 25 de junio de 2015

Banderas, himnos y piel fina

         Yo no sé si lo que está pasando desde hace un tiempo en España es porque somos así o si se debe a unas tensiones sociales ocultas que no acabo de ver.
         Durante la final de la Copa del Rey en Barcelona, las aficiones de ambos equipos —FC Barcelona y Athletic de Bilbao— dedicaron una sonora pitada a Su Majestad y al himno de todos los españoles. La polémica ya había saltado desde antes de jugarse y continuó durante semanas. Solo las elecciones municipales consiguieron desviar el foco de atención.
         Hubo amenazas de recurrir a los tribunales para sancionar a quienes lo hicieron, instigaron o hasta permitieron, incluso por la vía penal, un camino del que se está abusando en demasía en los últimos años. En mi opinión, está de más. La propia naturaleza del derecho criminal es su subsidiariedad, es decir, que es el último medio que se debe usar... y creo, cada día más, que las opiniones no deben ser perseguidas.
         ¿Quiero eso decir que me parece bien lo que ocurrió? No. Es una falta de respeto y muy censurable que me lleva de forma inmediata a plantear la pregunta a la inversa: ¿qué habría pasado si se hubiera pitado la belicosa Els Segadors o el Eusko Abendaren Ereserkia? Los defensores de la legalidad (el gobierno), ¿habría pedido también la intervención de la Fiscalía? ¿Habría sonreído el señor Mas? ¿Habría Convergencia justificado la pitada o, al menos, la hubiera considerado normal? A raíz de lo que podemos ver en algunos vídeos, creo que no:

         El caso es que, si se abren diligencias cuando se pita el himno de España, supongo que lo mismo se podría hacer cuando el agraviado es cualquier otro país, porque aquí se ha pitado —no tan gregariamente, es cierto— a otras naciones antes de iniciar el partido.
         Será que con el pasar de los años se me abre más la mente y el punto de vista y empiezo a pensar que los embudos no son buenos para nadie. La tolerancia y el respeto deben regir las relaciones entre las personas de este país. Lo que no es tolerable es que lo que a mí me guste se permita sin problema alguno y lo que me moleste esté prohibido. Como me muevo bajo la premisa de no hacer a otros lo que no me gustaría que me hicieran a mí, creo que ni unos ni otros deberían estar caminando hacia el abismo hacia el que se empeñan en llevarnos.
         Esto no es más que un reflejo de la persecución de los delitos de opinión que cada vez estamos viendo más en todos los aspectos de nuestra sociedad. Creo que los artículos dedicados a injurias y calumnias están para otras situaciones más serias y que las amenazas solo lo son cuando hay voluntad de ejecutarlas o de incitar a otros que les ejecuten. Detener (¡detener!) a una persona porque diga "ojalá estés muerto" o incluso "ojalá te maten" es excesivo. Es, por supuesto, diferente, un "te voy a matar porque vives en la calle X y te tengo manía desde hace tiempo". O las coacciones ("voy a hacerte la vida imposible: cada vez que salgas de casa, estaré entrometiéndome en tus conversaciones con la gente y no te dejaré en paz"), que se llevan a cabo contra más gente de la que nos parece.
         En los últimos tiempos estamos viendo una serie de actuaciones penales que, para mi humilde punto de vista, traspasan esa frontera. Y si la traspasan, lo hacen para todos. No concibo que no se pueda decir "qué pena que no te peguen un tiro" a un miembro del Partido Papilar pero sí que esté tolerado si el objeto de la opinión es un izquierdista. O a la inversa, porque tengo Facebook lleno de indignados cuando un guardia civil dice una sarta de barbaridades franquistas pero que miran a otro lado —¡o lo defienden!— cuando el imputado es un cantante de su cuerda política, o a la inversa... y ni lo uno, ni lo otro. Las leyes deben aplicarse igual y las opiniones tolerarse —o no— de la misma forma sea quien sea quien las emite. Ante los mismos hechos, las mismas consecuencias.

         Ojo, que no estoy diciendo que esté bien... quienes me conocen y me leen saben que se me calientan poco los dedos —o la boca, ya puestos—. Me parece reprobable y, en cualquier caso, que dibuja a quien lo hace como un intransigente y un poco tonto en la mayoría de los casos... pero de ahí a considerarlo un delincuente, hay un buen trecho. 

miércoles, 17 de junio de 2015

¿Opinar sobre la corona va a ser delito de terrorismo?

Desde hace unos días está circulando por la red un mensaje que afirma que "opinar contra la corona va a ser delito de terrorismo a partir del 1 de julio" y, para ello, utilizan un texto extraído del BOE en el que se reforma el Código Penal para esa clase de delitos, una reforma que va a entrar en vigor en 1 de julio y del que avisan páginas como Eco Republicano 
¿Qué hay de verdad en eso? ¿Es posible que si yo digo "no me gusta el rey Felipe VI" me pueda ver ante la Audiencia Nacional? Parece un poco excesivo, ¿no? Veamos el literal del artículo, que se puede leer en el propio BOE y que es idéntico a la imagen que precede a este texto:
Dice que es delito de "terrorismo la comisión de cualquier delito grave contra la vida o la integridad física, la libertad, la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, el patrimonio, los recursos naturales o el medio ambiente, la salud pública, de riesgo catastrófico, incendio,  contra la Corona, de atentado y tenencia, tráfico y depósito de armas, municiones o explosivos" siempre que se haga para alguna de los siguientes propósitos: 
"1.ª Subvertir el orden constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado, u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo.
2.ª Alterar gravemente la paz pública.
3.ª Desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización internacional.
4.ª Provocar un estado de terror en la población o en una parte de ella."
La mayoría de casos se explican por sí solos. Solo aquellos que son "contra la Corona" merecen un poquito más de repaso. Se puede leer AQUÍ qué dicen, según el vigente Código Penal 
De ellas, sólo el artículo 491 podría ser de interés: 
"1. Las calumnias e injurias contra cualquiera de las personas mencionadas en el artículo anterior [reyes y herederos], y fuera de los supuestos previstos en el mismo, serán castigadas con la pena de multa de cuatro a veinte meses.
2. Se impondrá la pena de multa de seis a veinticuatro meses al que utilizare la imagen del Rey o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, o de la Reina consorte o del consorte de la Reina, o del Regente o de algún miembro de la Regencia, o del Príncipe heredero, de cualquier forma que pueda dañar el prestigio de la Corona."
¡Vaya! De momento lo que se castiga no es una "opinión", sino una "injuria o calumnia". Parece que la diferencia es notable. No es lo mismo decir "odio al rey Felipe VI" que "el rey es un violador reincidente"... Que, no nos equivoquemos, eso tampoco lo puedo decir de ningún ciudadano sin pruebas que lo respalden, porque también incurro el delito. La única diferencia es que hacerlo contra las Autoridades tiene una mayor pena acarreada.
Pero, volvamos al meollo. ¿Me pueden acusar de terrorismo si digo que el rey es un violador, sin serlo? No, no pueden. Repasemos los casos en los que eso sería así. ¿Acaso ataco gravemente la paz pública? No. Eso lo hace una bomba o una rebelión. ¿Desestabilizo alguna organización internacional? ¿Provoco el terror? ¿Acaso obligo con ello a los Poderes Públicos a hacer algo que no quieren? Está claro que no. Tengamos en cuenta que los delitos contra la Corona del resto de ese capítulo son homicidios, lesiones, secuestros y otros similares. Por eso están incluidos ahí, aunque de forma un poco redundante.
El Derecho Penal no se aplica de forma arbitraria: está muy tasado y los jueces son independientes para ello. No te van a acusar de algo que no esté tasado y, en este caso, es clara la diferencia. Podríamos argumentar si deben o no estar contempladas las injurias y calumnias como un delito, si todos tenemos derechos a querellarnos contra quien nos insulta o no, pero esa es harina de otro costal. En mi experiencia policial os he de decir que los ciudadanos que los sufren pueden acabar muy afectados. No es agradable que todo un barrio te señale como delincuente porque a un vecino se le ha ocurrido decir que lo eres e insiste en ello a diario, así que mi opinión personal es que deben seguir persiguiéndose.
Los párrafos finales del texto que encabeza estas líneas se refieren a ataques informáticos, es decir, crear daños en un ordenador de manera remota, no es un "insulto en Internet". Eso es otra cosa.
Insisto: no, no hay ningún temor a que nos llamen terroristas por atacar el honor del Felipe VI. 

viernes, 12 de junio de 2015

Crítica de TV: Ascensión, una miniserie que promete algo más


       Tenía ganas de ver esta miniserie del canal Sci-Fi. Sabía poco más que su sinopsis: un grupo de personas fueron lanzadas al espacio en los años sesenta, durante la carrera hacia la Luna, con el propósito de colonizar Próxima Centauri y así, en caso de que la amenaza nuclear finalmente estallara, preservar la especie humana. Y una de sus protagonistas es Tricia Helfer, nuestra querida Número Seis de Battlestar Galactica. Prometía lo suficiente como para ver sus tan solo seis episodios que, en realidad —que nadie se llame a engaño— son el principio de una serie regular que ya veremos si se materializa.

         Desde el principio, hay algunas cosas que me chirrían, y aquí voy sin spoilers, que aviso cuando los vaya a meter, un poquito más tarde. En primer lugar, ¿gravedad artificial hace cincuenta años? ¡Si ni siquiera la tenemos hoy en día! Para que todos vayan pegaditos al suelo se me ocurren dos maneras: una, rotación de segmentos de la nave. Eso se ve con precisión que no es así en las tomas exteriores. La segunda manera sería mantener una aceleración constante de 1g durante la primera mitad del trayecto y en la segunda, dar la vuelta a la nave y realizar un frenado por ese mismo valor. De esta manera solo estarían flotando el tiempo de cambio de vector y al final, al llegar a su destino. Esa teoría también tiene una pega: después de cincuenta años de esa aceleración, habrían superado y por mucho la velocidad de la luz, algo que sabemos que es imposible con la física newtoniana y que, de serlo, necesitaría de mucha más energía de la que la nave puede generar, porque llevar combustible para cien años de aceleración no es moco de pavo. Por suerte, esto sí queda explicado.
         La segunda pega que tiene es el suministro infinito de todo tipo de necesidades que parecen tener. Supongo que habrá cultivos hidropónicos con los que alimentar a los animales que van sacrificando (algo poco eficiente, pero vaya...), pero la ropa, los medicamentos, los perfumes y los productos químicos que tan alegremente malgastan me cuesta mucho pensar que puedan tenerlos almacenados un siglo sin que se degraden.
         También se puede hacer una protesta sobre la tecnología que usan: vale, las televisiones son en blanco y negro... pero la profusión de monitores, ordenadores portátiles vintage y un montón de cachivaches extra muestran a las claras que son objetos modernos que en tiempos de Kennedy no estaban ni imaginados, por lo que es difícil que los hayan pensado y desarrollado en tan limitado ambiente.
         Por último, está el problema de la sociedad en sí: son solo seiscientas personas y están altamente jerarquizados. No solo hay mandos "militares" (aunque no queda clara su naturaleza, puesto que parecen elegidos) y consejeros civiles, sino, además, una red de prostitución legal a la que se apuntan con alegría las mejores jovencitas y un desprecio notable por las "cubiertas inferiores", en las que se llevan a cabo las tareas fundamentales para la supervivencia a bordo. La analogía más parecida a un grupo humano tan reducido son pueblos de montaña... y en nada se parecen a eso. Es mucho más fácil organizar a esa escasa cantidad de gente y no necesitas esas distinciones. Como tampoco es normal que tengan decenas de guardias de seguridad. Se supone que son científicos y sus descendientes... y hay más vigilantes que vigilados. No me cuadra.
         Una vez dicho eso, queda la trama: está bien. Es entretenida. El último capítulo, de hecho, es frenético. Pasan muchas cosas y apuntan muchas otras. De momento parece que no va a haber que tomarle demasiado cariño a NINGÚN personaje y hay muchas preguntas, unas cuantas de ellas sobrenaturales, que están buscando una respuesta. He pasado momentos de miedo de esos de carne de gallina y otros de tirarse de los pelos por la estupidez —lógica— de algún personaje. Los juegos de poder son quizá la parte más floja, porque ni siquiera quedan bien definidos y nunca sabemos con exactitud qué es lo que hace o debe hacer cada uno de los "mandos" (que, junto con los seguratas, parece que son la mayoría de la "población"; si sumamos los trabajadores manuales, no sé quién queda para hacer cosas de científicos).

         En resumen: a pesar de sus fallos y sus pegas, me ha entretenido lo bastante, con su doble foco en la Tierra y la nave Ascensión como para desear una segunda temporada. A ver si la hacen...

sábado, 6 de junio de 2015

Mi experiencia con las vacunas en el mundo


       Tengo la suerte de haber viajado por diferentes sitios del mundo, que dicen que es uno de los mejores antídotos contra la ignorancia. No me las doy de sabio, que no lo soy, tan solo tengo una perspectiva que otras personas no.

         Estamos asistiendo con horror —los más— al regreso a España de una enfermedad que estaba erradicada: la difteria, algo que puede ser grave y acabar con la vida de muchos miles de personas, como ocurría hace menos de un siglo. La mejora de las condiciones higiénicas del primer tercio del XX la redujo pero solo la exterminó la campaña de vacunaciones que empezó tan temprano como en 1944. Ahora, un niño se debate entre la vida y la muerte por culpa de organizaciones con nombres tan rimbombantes como la "Liga para la libertad de vacunación" que, lo que busca es lo contrario a lo que su título indica, esto es, que nadie lo haga.
         Podría hacer un recorrido también por la desaparición de la viruela gracias a la mejor campaña de inmunización inoculada de la historia, pero ya está también muy manido y los conspiracionistas seguro que han desarrollado complicadas teorías para justificarlo de otra manera. Así que voy a hablar de lo que estos ojos han visto:
         En el año 2010 estuve en Angola, ese país africano que está justo por encima de Namibia y el suroeste de África y que ha sido escenario de guerras durante más de veinte años. Me sorprendió lo que encontré allí: la miseria era relativa y la población tenía unos estándares tecnológicos similares a los occidentales. Por supuesto, su forma de vida estaba muy lejos de los que estamos acostumbrados en Europa, por costumbres y por situación, aunque es un país enriquecido por los diamantes y el petróleo.
         Las edificaciones más habituales para la vida de las familias más pobres son casas bajas a base de ladrillos de cemento sin enlucir, a menudo con canalizaciones para que el agua de la lluvia evacúe de manera que se pueda utilizar para la higiene personal, dado que no hay canalizaciones en su interior, instaladas en zonas sin asfaltar o donde la tierra ha cubierto de nuevo el pavimento. La mayoría de la población disfruta de unos pisos similares a los occidentales y las piezas unifamiliares no son extrañas.
         De todo, lo que más distinguía a los niños angoleños de los europeos era una terrible epidemia: era habitual ver a chiquillos desde la adolescencia en adelante que se desplazaban en unos carritos a ras de suelo, ayudados de sus manos, en las que calzaban tacos de madera. Tenían todo el tren inferior consumido por la poliomielitis. Sin vacunación y sin una sanidad adecuada en un país que entonces consumía la guerra, no había esperanzas para ellos. Sin embargo, era muy raro ver a cualquier niño por debajo de los doce años en tal situación. ¿Por qué? El gobierno mantenía desde hacía más o menos esa época una férrea campaña en la que cientos de voluntarios recorrían el país puerta a puerta administrando las dosis de vacuna a los niños, como inicio de un plan formalizado —en un lugar donde ir a la escuela no es algo habitual, a pesar de los intentos gubernamentales es la única manera—. Cuando preguntabas por el tema, todo el mundo estaba agradecido, porque quién más y quién menos, conocían a alguien destrozado por un virus tratable con la prevención. No había estúpidos argumentos sobre conspiraciones ni toxicidades.
         ¿Por qué tan diferente actitud en África y Europa? Quizá cuando miras a la muerte a los ojos la perspectiva te cambia. Algunas personas aquí llevan una vida tan cómoda como ignorante y su falta de preocupaciones les hacen inventarse otras que solo existen en su imaginación. Lo malo es cuando las cuentan a otros y su estulticia se transmite como el virus contra el que no quieren luchar.

         ¿Qué tal una vacuna contra la ignorancia?

miércoles, 3 de junio de 2015

LAS DETENCIONES Y LOS INFORMATIVOS



        Amenaza el Gobierno con un cambio en la Ley de Enjuiciamiento Criminal para "proteger los derechos de los detenidos". Eso estaría muy bien... de no ser porque ya existe y así se aplica. Desde 1882 (que es de cuando data nuestro código procesal penal), "La detención y la prisión provisional deberán practicarse en la forma que menos perjudique al detenido o preso en su persona, reputación y patrimonio"Por eso los agentes que lo practican, siempre que las circunstancias lo permitan, suelen mover a los reos de la forma más discreta posible, permitiéndoles cubrir su cara si así lo desean. ¿Entonces? ¿Qué está pasando?


         Lo que ocurre es tan absurdo como intolerable: en tiempos recientes se está deteniendo a demasiados políticos. Es más, políticos del partido en el poder, que están saliendo en la tele, esposados, camino del juzgado o de la prisión, en su caso. Y eso duele.

         Yo he detenido a mucha gente y nunca he tenido una cámara cerca. Entre los que he pillado ha habido concejales, empresarios y gente de renombre, que no han salido de mis labios ni saldrán. El primer problema es que los políticos filtran a prensa la detención de su correligionario. Unos lo hacen y otros ponen el grito en el cielo... pero la desgracia de uno de los suyos es catapulta para el siguiente... y esos mandos políticos quieren saber siempre cuando se va a detener a alguien importante. Y saberlo por adelantado, claro.

         La responsabilidad sobre el bienestar del arrestado depende de quien lo custodia. Está respondiendo con su persona de lo que le ocurra. Si se le escapa, también tendrá que contárselo a un juez, con riesgo de acabar en la cárcel o, como poco, perder su trabajo. Por eso suelen ir esposados (nunca sabes lo que puede hacer si está libre). También los cacheamos, pero eso es algo que se puede hacer lejos de una cámara, en la intimidad de un despacho o hasta un descansillo. Y es por su seguridad que se les sujeta la cabeza cuando van a entrar a un vehículo: para evitar que, por accidente, se den con el quicio. No hay nada paternalista ni humillante en ello.

         Esto es válido para violadores, ladronzuelos de tres al cuarto, asesinos, camellos, grandes traficantes... ¿por qué no ha de valer para un político corrupto? Es un ciudadano más y, ante indicios racionales de delito (¡ni siquiera hacen falta pruebas!), la Policía puede detener motu proprio, sin necesidad de "ordenes de arresto" u otras incongruencias que se oyen a cierta prensa o en boca de nuestros mandatarios cuando el afectado es de los suyos. Si no conocen tan elemental principio, deberían leer un poco antes de pretender dirigirnos.

         Me gustaría saber qué harían ellos en lugar del Policía que custodia. ¿Cómo actuarían? ¿Se la jugarían a que el imputado huya o destruya documentación? ¿Escarmentarían si les pasara? El político medio se sabe casi invulnerable en su trabajo (si "cae", lo hará hacia arriba: un carguito en alguna eléctrica o banco); los demás no lo tenemos tan fácil. Ni los funcionarios, cuando son agentes de la Ley. Un tropiezo cuesta muy caro.

         Aquí lo que "duele", al parecer, es ver a uno de los suyos en un trance que muchos saben que pueden sufrir en sus propias carnes. Eso se pretende tapar, como si no fuera ya bastante que hagan unas leyes que apenas castigan al corrupto y sí lo hacen con el pequeño delincuente (que bien hecho está, pero no se puede olvidar al grande).

miércoles, 1 de abril de 2015

"Los Nuestros" o cómo malemplear oportunidad y medios

         Tenía grabada desde hace tiempo la serie "Los Nuestros" de Telecinco, aunque nunca encontraba el momento adecuado para verla. Me daba algo de pereza a raíz de las opiniones que había oído hasta que al final me decidí a ello. Mejor me hubiera ido siguiendo en la dulce ignorancia.
         La serie está creada con el apoyo y respaldo de las Fuerzas Armadas y eso se ve en los medios que emplean: Super Puma reales (nada de ordenadores chapuceros), uniformes correctos, armamento funcional de verdad... y una historia que se preveía apasionante: una unidad de Operaciones Especiales tras la pista de dos niños secuestrados por los islamistas. Con ese planteamiento es difícil hacerlo TAN MAL.
         Podemos dejar a un lado que un capitán se líe con una cabo y esto acabe con su matrimonio. Es muy improbable y poco profesional, pero peores cosas se han visto. Se lo compro. Vale.
         A partir de ahí, todo va cuesta abajo. Empezamos bien al asignar a una persona comprometida emocionalmente al equipo. Eso es un suicidio cuando te juegas la vida a cada paso.
         Después tenemos un equipo "integrado" de operaciones especiales que está TODO EL RATO discutiendo entre sí, incluyendo las órdenes de sus jefes naturales. Se comportan como niños de patio de colegio y llegan incluso a las manos en territorio enemigo.
         No sé por qué los llaman "especiales", dado que cometen todas y cada una de las cagadas que está en el manual. No hay loma que no la caminen por lo más alto, a la vista de cualquiera a kilómetros de distancia. Los combates los hacen de la forma más absurda, dando ventaja siempre al enemigo, que no tienen más bajas porque Dios (o los guionistas) no quieren. Cuerpo a cuerpo pelean con la estrategia del matón de barrio que no tiene formación alguna y los tipos en las armas de los vehículos están para que los maten. Incluso ordenan a uno quedarse dentro cuando está claro que los "malos" tienen RPG... Y no solo eso, sino que teniendo tiempo de sobra, dejan que disparen.
         Claro que parece que el comportamiento infantil es algo común a todos los que aparecen en la mini serie... porque las peleas de gallitos entre el comandante (por cierto, demasiado joven para el empleo) y el coronel son tan penosas como lamentables, más teniendo en cuenta que se llevan a cabo delante de todo el cuartel general del destacamento.
         Lo mismo puede decirse de los fallos de táctica... mandar un Super Puma solito, lleno de soldados y directamente a aterrizar sin apoyo de otros helicópteros (¿dónde están los Tigre franceses?) es pedir el desastre a gritos... Claro que teniendo en cuenta que los terroristas tienen misiles que si fallan a la primera, vuelven por donde han venido, no me extraña...
         Y para qué hablar de la histérica de la madre de los niños y el papel de la mujer del embajador, que le deja hacer las mayores tonterías con un leve reproche... o ni eso.
         Estupendos los GEOS que protegen la residencia del diplomático que están siempre mirando hacia dentro en vez de al exterior. Como si vigilasen una cárcel en vez de defender una instalación de ataques.
         Solo dos personajes y una trama se salvan: la de Desi y Chino que, por si fuera poco, están (sobre todo ella, interpretada por Marina Salas) perfectos en su papel.

         En resumen: para olvidar. Con rapidez.
         PD: Me gustaría saber lo que habría hecho Santiago Sánchez "Korvec", uno de los mejores escritores de temas militares de este país, con los medios que han tenido "Los Nuestros".