Tenía ganas de ver esta miniserie
del canal Sci-Fi. Sabía poco más que su sinopsis: un grupo de personas fueron
lanzadas al espacio en los años sesenta, durante la carrera hacia la Luna, con
el propósito de colonizar Próxima Centauri y así, en caso de que la amenaza
nuclear finalmente estallara, preservar la especie humana. Y una de sus
protagonistas es Tricia Helfer, nuestra querida Número Seis de Battlestar
Galactica. Prometía lo suficiente como para ver sus tan solo seis episodios
que, en realidad —que nadie se llame a engaño— son el principio de una serie
regular que ya veremos si se materializa.
Desde
el principio, hay algunas cosas que me chirrían, y aquí voy sin spoilers, que
aviso cuando los vaya a meter, un poquito más tarde. En primer lugar, ¿gravedad
artificial hace cincuenta años? ¡Si ni siquiera la tenemos hoy en día! Para que
todos vayan pegaditos al suelo se me ocurren dos maneras: una, rotación de
segmentos de la nave. Eso se ve con precisión que no es así en las tomas
exteriores. La segunda manera sería mantener una aceleración constante de 1g
durante la primera mitad del trayecto y en la segunda, dar la vuelta a la nave
y realizar un frenado por ese mismo valor. De esta manera solo estarían
flotando el tiempo de cambio de vector y al final, al llegar a su destino. Esa
teoría también tiene una pega: después de cincuenta años de esa aceleración,
habrían superado y por mucho la velocidad de la luz, algo que sabemos que es
imposible con la física newtoniana y que, de serlo, necesitaría de mucha más
energía de la que la nave puede generar, porque llevar combustible para cien
años de aceleración no es moco de pavo. Por suerte, esto sí queda explicado.
La
segunda pega que tiene es el suministro infinito de todo tipo de necesidades
que parecen tener. Supongo que habrá cultivos hidropónicos con los que
alimentar a los animales que van sacrificando (algo poco eficiente, pero
vaya...), pero la ropa, los medicamentos, los perfumes y los productos químicos
que tan alegremente malgastan me cuesta mucho pensar que puedan tenerlos
almacenados un siglo sin que se degraden.
También
se puede hacer una protesta sobre la tecnología que usan: vale, las
televisiones son en blanco y negro... pero la profusión de monitores,
ordenadores portátiles vintage y un montón de cachivaches extra muestran a las
claras que son objetos modernos que en tiempos de Kennedy no estaban ni
imaginados, por lo que es difícil que los hayan pensado y desarrollado en tan
limitado ambiente.
Por
último, está el problema de la sociedad en sí: son solo seiscientas personas y
están altamente jerarquizados. No solo hay mandos "militares" (aunque
no queda clara su naturaleza, puesto que parecen elegidos) y consejeros
civiles, sino, además, una red de prostitución legal a la que se apuntan con
alegría las mejores jovencitas y un desprecio notable por las "cubiertas
inferiores", en las que se llevan a cabo las tareas fundamentales para la
supervivencia a bordo. La analogía más parecida a un grupo humano tan reducido
son pueblos de montaña... y en nada se parecen a eso. Es mucho más fácil
organizar a esa escasa cantidad de gente y no necesitas esas distinciones. Como
tampoco es normal que tengan decenas de guardias de seguridad. Se supone que
son científicos y sus descendientes... y hay más vigilantes que vigilados. No
me cuadra.
Una
vez dicho eso, queda la trama: está bien. Es entretenida. El último capítulo,
de hecho, es frenético. Pasan muchas cosas y apuntan muchas otras. De momento
parece que no va a haber que tomarle demasiado cariño a NINGÚN personaje y hay
muchas preguntas, unas cuantas de ellas sobrenaturales, que están buscando una
respuesta. He pasado momentos de miedo de esos de carne de gallina y otros de
tirarse de los pelos por la estupidez —lógica— de algún personaje. Los juegos
de poder son quizá la parte más floja, porque ni siquiera quedan bien definidos
y nunca sabemos con exactitud qué es lo que hace o debe hacer cada uno de los
"mandos" (que, junto con los seguratas, parece que son la mayoría de
la "población"; si sumamos los trabajadores manuales, no sé quién
queda para hacer cosas de científicos).
En
resumen: a pesar de sus fallos y sus pegas, me ha entretenido lo bastante, con
su doble foco en la Tierra y la nave Ascensión como para desear una segunda temporada.
A ver si la hacen...
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