martes, 8 de abril de 2014

La madre que quería llevar a su hijo a un burdel

Inicio hoy un camino que no sé hasta donde me llevará. En mis años como Policía he sido testigo de muchas situaciones, algunas de ellas bastante duras y otras que, al final acaban cayendo en lo cómico... o al menos nos lo parece desde dentro. Vamos a ver si a los de fuera también.

Voy a ir contándolas sin orden establecido, antiguas, viejas... todas mezcladas y, además, aunque muchos casos ya están juzgados y condenados, voy a omitir toda referencia local o temporal. Si aparece algún nombre alguna vez, tampoco será el de verdad. Aquí importa la anécdota, que yo no voy a hacer sangre de mis detenidos, que ya bastante tienen con lo que tienen...

Hoy empezamos con:

LA MADRE QUE QUERÍA LLEVAR A SU HIJO A UN BURDEL


Las madres suelen proteger a sus hijos, no importa lo que hayan hecho. En nuestras investigaciones, es habitual que el responsable de los hechos sea el chaval de la familia que, normalmente, también tiene ya sus añitos. Aunque hemos detenido a algunos menores de edad, no son los más habituales. Claro que a quien lo ha parido, eso le da igual: siempre será "su niño".

En una ocasión nos encontramos con una familia inmigrante, que venía del otro lado del charco. En el registro de su domicilio encontramos las pruebas en un ordenador: era el hijo mayor, de 18 años, quien se dedicaba a enviar y solicitar pornografía infantil. Era un chico menudo, delgado, tímido y apocado. Como es natural, nos lo llevamos detenido para realizar los trámites en Comisaría.

Al poco acudió a la puerta la mamá del buena pieza, junto con su hermana (la tía, vamos) al recinto policial. Le explicamos que no podía verlo aunque a mí esas cosas me parten el corazón. Uno de los dos momentos más duros de esta profesión es tratar con los familiares de los autores de esta clase de delitos... y ese no fue una excepción.

Lo que sí que se salió de la norma fue la excusa de la buena señora...

—Verá, señor agente... Es que mi hijo desde que ha venido de mi país no se ha relacionado con nadie... Le decimos que se eche novia, que vaya a desfogarse por ahí... pero es que no hay manera.

—Eso es normal. Deben ustedes dejarle su propio ritmo, no imponérselo... aunque desde luego, eviten que siga con la pornografía infantil, que eso tiene mala salida. ¿Eh?

—Verá, señor agente, es que somos todas mujeres en mi familia. Todas hermanas... y claro, de esto de hombres no sabemos. Igual busca cosas de niños porque como es bajito... Ya ve, somos todos de rasgos andinos y claro, no crecemos mucho. Y él siempre ha tenido problemas para relacionarse. Como es tan tímido...

—No, señora, eso no tiene nada que ver. Ese interés malsano no tiene que ver con la altura...

—...¿Y si le llevamos a un burdel, a ver si lo desvirgan?

—¿PERDÓN? —Ahí se me atravesó ya el sorbo de agua que acababa de beber.

—Ay, no sé... Es que a ver si lo prueba y así se encamina... ¿No podrían llevarlo ustedes, que son hombres?

No me atraganté porque ya me había atragantado antes. Ahí intervino una compañera que se acababa de incorporar a la conversación al ver el cariz que tomaba:

—Miren, eso no le va a ayudar. No es normal ni aconsejable aquí en España. Si realmente le quieren ayudar, lo mejor que pueden hacer es buscarle un psicólogo que le ayude a superar esa obsesión por los niños.

"Si es que está a tiempo", pensé para mí. Por entonces ya eran bastantes los años que llevaba en este negocio y, sabía que el pedófilo exclusivo (al contrario que el "pansexual") tiene muy claro lo que le gusta.

—Mire —concluí—. Tengan cuidado con los niños pequeños de su familia, que son muchos. Nosotros tenemos que irnos a hacer nuestro trabajo, para poner en libertad a su hijo lo antes posible.

—No, eso es imposible. Él nunca... él nunca...

Pero "él", quizá, lo hubiera hecho si hubiera tenido la ocasión. Afortunadamente, esa vez habíamos llegado a tiempo y solo tuvo que responder por los delitos de tenencia y distribución.

Fue una tarde larga con el atestado policial, pero esa ya es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.

PD: Por cierto, la madre también tenía pánico de que nos llevásemos a su hijo al interior de las dependencias policiales. "He trabajado en el Poder Judicial [de su país] y sé que sacan la verdad, pero la sacan a golpes. Yo no quiero a mi hijo lo muelan a golpes".

Nos quedamos un poco impactados. En la BIT, desde que yo estoy, al menos, jamás se le ha puesto la mano encima a nadie. Que somos profesionales, caramba.

8 comentarios:

  1. Una buena anécdota! Me puedo imaginar que has visto de todo y estoy de acuerdo con lo que dices de que para los padres siempre los hijos son sus niños (aunque sean unos indeseables, no hay peor ciego que el que no quiere ver...)
    Ánimo Edu en esta tu nueva andadura!
    Un abrazo!

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    1. ¡Vaya! Juraría que te había respondido esta mañana. ¡Qué raro...!

      Te daba las gracias por tus buenos deseos... y que, desde luego, tienes razón. Para los padres no hay medida, aún cuando avergüenza un poco a sus hijos... Ya contaremos más anécdotas y veréis...

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  2. Curiosa anécdota que muestra lo distinto del pensamiento dependiendo de donde se nazca.

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    1. qué distinto pensamiento???? No creo que en ninguna cultura sea bien vista la pedofilia!!!

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    2. Bueno, podemos hablar de la antigua cultura griega o de ciertas tribus africanas... pero vamos, que no viene al caso. La pedofilia, como todo, es un hecho cultural y, en la actualidad, al menos en los países "occidentales", acostarse con niños es algo muuuuy malo. Y no es para menos, que los chicos luego arrastran traumas a veces de por vida.

      No obstante, a lo que Oscar se refería era a que "llevar al niño de putas" puede estar bien visto en algún otro país, pero en España, desde luego, no. Aunque el niño tenga 18 años.

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    3. Por cierto, que tu comentario, Oscar, me ha recordado otra gran frase de la buena mujer, que he puesto como postdata: pensaba que íbamos a zurrarle la badana al chaval. ¡Miedito me dan esos países donde la Policía te atiza porque sí!

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