EL SEÑOR QUE NO TENÍA LAS IDEAS MUY
CLARAS
La
siguiente anécdota ocurrió en un piso normal de una ciudad normal, más bien tirando
a grande, de nuestro país. Era una investigación rutinaria, como tantas otras
que hemos hecho. En este caso era un señor que había "colgado" en
unas páginas de Internet algunas fotos de niños sometidos a abusos sexuales.
Encontrarlo fue relativamente fácil.
Era
un albañil de la época en que el ladrillo daba de comer a buena parte de los
españoles, así que trabajo no le faltaba, así que madrugaba mucho. Salía muy
temprano por las mañanas. Nuestra investigación había mostrado que era el único
miembro que no tenía antecedentes penales: el resto de sus hermanos y sus
padres se dedicaban a apropiarse de lo ajeno como modo de vida.
Ese
día llevábamos a un secretario judicial muy dispuesto, lo que también fue de
agradecer, dado que montó la espera con nosotros a las 5 de la mañana. De esa
manera podíamos empezar —y acabar— mucho antes, que en ocasiones los registros
se alargan hasta el anochecer.
Siguiendo
el plan diseñado, llamamos al timbre del portero automático para que nos
abriera. Silencio. Bueno, no era del todo extraño. Quizá todavía no se había
levantado. Esperamos. Los minutos pasaban lentamente y nos empezamos a
inquietar: sabíamos que se levantaba
a esas horas. ¿Y si ese día, precisamente, se había ido de vacaciones o
cualquiera de las mil cosas que ocurren y que escapan de nuestro control?
Así
que nos colamos dos personas dentro del edificio, a pegar el oído a su puerta,
coordinados con un tercero, cuya función era volverle a dar al automático... y
lo confirmamos: sin lugar a dudas, había alguien DENTRO de la casa. Ese alguien
bostezaba, movía una cucharilla dentro de una taza... y pasaba olímpicamente de
atender al telefonillo. Pues bueno, no nos quedó otra que esperar, hasta que
salió efectivamente a trabajar.
—Don
Tancredo(*), somos miembros del Cuerpo Nacional de Policía. Se va a proceder a
realizar un registro en su domicilio. Ahora sube el secretario judicial y le
notifica el auto. ¿Es que no ha oído el timbre?
—Huy,
sí, pero es que llaman tantas veces... que si propaganda, que si tal... No le
suelo hacer caso.
—¡Caramba!
¿Y a las cinco de la mañana también?
Se
limitó a encogerse de hombros.
—Eso
sí, podrían haberme avisado antes y hubiera recogido un poco, que está esto
patas arriba.
Ahí
me eché a temblar. Hay una sutil diferencia entre lo que una señora (sobre todo
de cierta edad) y un caballero entienden por "patas arriba". Para una
fémina puede ser que el dobladillo de la cama no esté bien hecho. Para un
señor, no haber bajado la basura en los últimos seis meses. Y acerté.
Lo
primero que notamos al entrar fue una penetrante peste a basura mezclada con los
variados olores que producen los gatos. Hasta nueve correteaban por la casa,
sin sitio donde realizar sus deposiciones, que estaban por cualquier sitio...
como en medio del salón. Era tan nauseabundo el olor que el comisionado
judicial se me acerca y me dice:
—Mirad
bien dentro de los armarios, porque para mí que aquí hay un cadáver escondido.
No,
no lo había... pero sí restos de comida en putrefacción por kilos. Las
cucarachas paseaban alegremente por todos los rincones de la cocina y,
afortunadamente, no por muchos más.
Hubo
que tocar el teclado con guantes por motivos sanitarios y no os quiero decir lo
que había justo debajo del ordenador...
Le
encontramos lo que habíamos ido a buscar y, además, fotomontajes que hacía
utilizando fotos de niñas "que encontraba por ahí" y cuerpos de
actrices porno de físico poco desarrollado. Suficiente para detenerlo.
Más tarde, durante su declaración,
delante de su abogado, empezó a "lucirse":
—¿Por
qué te descargas esos contenidos? ¿Sabías que son ilegales?
—Mire,
señor agente, todo el mundo tiene pornografía infantil en su casa. Lo que pasa
es que a mí me tenéis manía porque soy el único de mi familia que no tiene
antecedentes y eso os jode bastante...
En
ese momento el letrado le interrumpió:
—Mira,
Tancredo, en esta habitación estamos ahora mismo cuatro personas. De todos
nosotros solo uno, tú, tenías esos contenidos, así que hazte el favor de no
decir esa barbaridad.
Un
abogado no puede aconsejar en absoluto a su defendido sobre qué o qué no debe
contestar... pero la situación era tan peculiar que no nos supuso ningún
reparo. Además es que no le habíamos preguntado eso. Aún así insistió en su
respuesta, para disgusto del trabajador del turno de oficio.
La
diligencia fue tan demoledora y el tipejo nos pareció tan peligroso y dispuesto
a eludir la acción de la justicia que, en vez de ponerlo en libertad con
cargos, decidimos pasarlo a disposición judicial y que fuera Su Señoría quién
se mojase si alguien así podía pasearse por las calles, incluso aunque no
hubiera tocado nunca a ningún niño.
Tras
ser conducido al Juzgado, ante las preguntas del magistrado y para
desesperación del letrado, que iba de facepalm
en facepalm, le repite lo mismo: que
ahí todos, juez incluido, tenían pornografía infantil en su casa... Claro,
Tancredo acabó con sus huesos en prisión hasta el juicio...
No
sé cómo se desarrollaría, puesto que no me citaron, aunque acabé leyendo una
copia de la sentencia firme, que es pública. Le redujeron en un tercio la pena
por enfermedad mental.
Hoy
en día ya vuelve a pasear por las calles de su ciudad y no queda nadie en su
familia que no tenga antecedentes.
(*) Como ya dije al iniciar estas
líneas, nunca voy a dar datos que permitan identificar a nadie, así que el
nombre es, obviamente, inventado.
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