viernes, 18 de abril de 2014

El sorprendente caso del detenido que siempre firmaba en el mismo sitio

EL SORPRENDENTE CASO DEL DETENIDO QUE SIEMPRE FIRMABA EN EL MISMO SITIO

En esta memorable ocasión hacía tándem con una compañera que ya no está entre nosotros (sino en otro destino mejor). Habíamos detenido a un tipo que convencía a menores por Internet para que se exhibieran sexualmente y, cuando lo hacían, guardaba las fotos y las charlas con las que lo había conseguido. Era un caso especialmente sangrante porque a uno de esos menores, que fue el que finalmente denunció, lo conocía personalmente.
La investigación y el operativo se llevó a cabo de la manera habitual —ya perdonaréis que no sea muy concreto en nuestros métodos y maneras de llegar a los “malos”— y, al acabar el día, el buen señor, su abogada, de oficio, mi compañera y yo estábamos sentados en la sala de declaraciones de la dependencia policial. Después de las preguntas más generales empezamos a entrar en materia. Le enseñamos las fotos que habíamos encontrado en su domicilio y, como las reconoció, le pedimos que firmara la fotocopia de las mismas, en prueba de conformidad.
         Total, que el hombre agarra el boli y empieza a firmar sobre los penes erectos. Una tras otra, todas las imágenes recibieron su garabato en el mismo y delicado sitio. Yo miro a mi compañera. Mi compañera me mira a mí. Ambos miramos a la abogada, que nos mira a nosotros con la misma silenciosa pregunta en sus ojos: “¿pero qué está haciendo?”. Leves encogimientos de hombros. Y otra foto firmada sobre el pene. Y otra más.
         Mi compañera me susurra, en ese momento:
         —La siguiente pregunta la haces tú, que a mí me da la risa.
         Yo, que soy estoico pero no tanto, leo lo que me tocaba preguntar: “Es cierto que usted, el día de autos, le dijo al niño oh sí, oh sí, como me gusta, sigue, sigue?”.
         Poneos en situación. Es más, intentad leed esa frase de una manera neutra, que no era cosa de ponerle la entonación que le iba al caso. El tema empezaba a ser complicado.
         —Sin problemas, jefa. Un momento, que ahora vuelvo.
         Me levanto con corrección y salgo discretamente de la sala. Cierro la puerta y salgo al exterior. Allí doy rienda suelta a mis sentimientos reprimidos y suelto una carcajada de categoría doce en la escala de Richter. Luego me seco las lágrimas y vuelvo al interior, donde no me han oído por la distancia y el aislamiento acústico.
         Me siento en mi silla y pronuncio la frase de marras. Oigo un leve “pffft” por parte de mi compañera, pero nada más. El hombre, que no entendía muy bien lo que pasaba a su alrededor, contesta.
         Poco después acaba la declaración. Tras la entrevista con su letrada, el detenido vuelve a los calabozos para pasar a disposición judicial, y la abogada nos pregunta lo mismo que sus ojos interrogaban antes:
         —¿Pero por qué ha firmado… “ahí”?
         —Sinceramente, no tenemos ni idea…
         —Madre mía, madre mía. Como está el personal —comentaba mientras se recogía sus papeles y se marchaba a una nueva asistencia.

         —Si usted supiera…

2 comentarios:

  1. La misma carcajada que acabo de soltar yo jajaja...que de gentuza suelta hay por el mundo xD

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  2. No quiero NI imaginarme estar en esa situación.. lo que te habrá costado aguantar la risa..

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