El trabajo de un policía judicial
requiere, sobre todo, un esfuerzo mental ímprobo. En otras especialidades, la
Escala Básica está destinada a funciones menos demandantes intelectualmente
(aunque agotadoras), como vigilancias o escuchas. En la UIT, hasta el último
agente que ha jurado el cargo se ve inmerso en el desarrollo y hasta la
dirección de investigaciones que le van a requerir que utilice lo mejor que su
cerebro pueda dar.
Nosotros
llevamos en los últimos meses tal cantidad de trabajo que llegamos a casa
agotados mentalmente. Hay una cantidad limitada, más o menos grande, de datos que
una persona puede manejar y nos estamos acercando al límite.
Hoy,
mi día ha sido incluso más demandante porque he tenido un juicio (una situación
siempre estresante, incluso cuando el acusado se conforma con la pena, como
hoy), la comida ha sido para despedir a un puñado de compañeros que parten a
otros destinos (en ocasiones de forma muy dolorosa, porque seguimos siendo una
gran familia) y por la tarde he tenido que volver a la Brigada, que no se puede
quedar vacía.
Lo
que os quiero contar me ha pasado al ir al excusado del restaurante... y en
otras condiciones psicológicas no me habría pasado: he ido a evacuar, que mi
pobre vejiga ya no podía más y he entrado con ímpetu. El retrete consistía en
un meadero y una puerta que daba a una taza tradicional, de las que tenemos en
casa casi todos. Al acceder a ese segundo lugar, no he reparado que ya estaba
ocupado... y de paso he conseguido cortarle el chorro al pobre chaval (que no
era de nuestra celebración) que estaba ocupado. De verdad: no he reparado en él
hasta que me estaba bajando la bragueta. Vaya susto.
La
cosa no ha acabado ahí. Después de balbucear unas disculpas, he usado el
urinario de pared... y apenas me había puesto a la tarea cuando se ha ido la
luz (que era de tiempo). Yo pensaba que iba, como en otros sitios, por
movimiento, así que, con la chorra fuera me he puesto a agitar los brazos,
mientras trataba de no fallar el disparo.
En
eso, el atribulado muchacho ha acabado y, al abrir su puerta, me ha visto en la
incómoda situación de los pantalones flojos y remeneando los brazos a lo
locomía... Con los ojos como platos, ha pasado por detrás de mí y ha salido sin
siquiera lavarse. Antes de abandonarme ha tenido la decencia de presionar el
pulsador de la luz. Después se ha ido. Juraría que a la carrera.
Me
ha costado un rato reaccionar, recomponerme y salir de la forma más discreta
posible... Como si no hubiera pasado nada. Afortunadamente, no lo he visto
entre las mesas de vuelta con los míos.
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