De ETA solo le interesaba un
mensaje: que dejaba de matar y que se disolvía. No escuché ni uno de sus “boletines”,
de sus justificaciones para la barbarie.
Con los yihadistas me ocurre lo
mismo. No necesito ver su último vídeo para saber lo que van a decir: que nos
quieren matar más, que nos van a subyugar y que vencerán al final. Todos los
terroristas dicen lo mismo en todas las ocasiones.
Lo que ya se sabe, no es noticia.
Por eso, los medios no deberían hacer mención alguna a sus soflamas. Pero hay
más.
Los terroristas, como ya hemos
visto, tienen un propósito: que cambiemos nuestro modo de vida. Que nos guiemos
por el miedo en nuestras acciones cotidianas. Para eso se sirven de dos
herramientas muy poderosas: la acción directa y la propaganda. La repercusión
de la primera es obvia. Las muertes traen dolor y consecuencias. La segunda depende
de nosotros y solo de nosotros. Porque, de acuerdo, podemos ser personas
formadas y frías y no dejarnos llevar por el pánico, pero si hablamos de ellos,
si lo compartimos, otros lo leerán y sí caerán en la trampa. Algunos
(normalmente los menos listos de su clase) caerán, además, en el odio general
al diferente. Y, mira por donde, el DAESH habrá conseguido su objetivo. Sin
mover (casi) un dedo.
Por eso, cada vez que hablas de esos
vídeos, cada vez que los compartes, estás siendo un poco terrorista (porque
siembras el terror). Y lo malo es que muchas veces se hace inadvertidamente,
con buena intención.
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