En ocasiones siento no tener la
claridad de mente de Arthegarn, una de las personas más sabias que conozco,
para exponer con prosa preclara las realidades de la vida. Pero tampoco me
considero tonto ni, por otro lado, un extremista. Eso último es fácil de saber
si consigues que te respondan criticándote desde ambos lados del espectro
ideológico, sea cual fuera el tema que se trate.
Por otro lado, estoy cansado de
intentar llevar datos objetivos a quien no le interesa verlos. Más de una vez
me he encontrado tecleando para borrar a mitad lo que estaba poniendo, porque
mi interlocutor no me iba a entender. Y no iba a hacerlo por falta de capacidad
intelectual, sino de ganas: están contentos con su visión de la realidad, que
es simple y reduce todo a buenos y malos, los míos y los demás, blancos y
negros.
El problema, queridos amigos, es que
la realidad es muy complicada. Nada
se explica como las películas infantiles y casi nunca es una persona la que
marca la diferencia si hablamos de sucesos de importancia planetaria.
Los atentados de Barcelona van a necesitar
un análisis profundo por los especialistas en Información (aquella parte de la
Policía que lucha contra el terrorismo, no las Oficinas de Turismo, digo) para
ver por qué una célula así no había sido descubierta, si se actuó bien o no, si
las medidas preventivas eran suficientes y un largo etcétera. A toro pasado
todo es fácil. Creo que fue el propio Arthegarn el que mencionó la Falacia del
Historiador (o sea: analizar los hechos pasados con los conocimientos actuales,
de forma que ahora resulta obvia la conclusión cuando, en realidad, en el
momento de ocurrir, el evento solo era uno entre millones posibles). Yo tengo
mi opinión, por supuesto, pero es solo eso, dado que mi información es parcial,
no soy especialista en terrorismo —aunque tenga una formación en la materia
superior a la mayoría de españoles— y no he participado en la investigación.
Sin embargo, hay una serie de
obviedades que, al final, no me resisto a poner por escrito. Sé que quien las
lea ya las va a saber y los que no las saben, no van a leerme. Pero oye, al
menos me desfogo y dejo clara mi verdad. Y tal vez alguno sea ignorante por
falta de información y no por elección y abra algún ojo.
1) Los únicos responsables de un
atentando son quienes lo cometen. Eso valía para ETA, para los grupos
anarquistas y para los yihadistas.
2) El terrorismo yihadista tiene su
origen y explicación en el Islam. Sin embargo, esta religión, en especial el
sunnismo, mayoritaria (80%) no está estructurada como el cristianismo, sino que
cada cual interpreta el texto y su relación con Dios con bastante libertad. La
inmensa mayoría de musulmanes NO son terroristas, NO comparten las ideas
terroristas y se horrorizan como nosotros ante los atentados. Y he dicho “como
nosotros”, que nos quedamos bastante fríos ante un coche-bomba en el Líbano,
Indonesia o la India, pero nos afecta bastante más uno cometido en casa.
3) El DAESH, como antes los talibanes y
otros movimientos, imponen su visión radical y extremista del Islam por medio
de una interpretación ultraortodoxa de la Ley Islámica. Aquí podríamos hablar
mucho, mucho sobre leyes islámicas, castigos, etc, pero no es el propósito de
este mensaje. Para eso, Yeyo —aun con ciertas ideas un tanto drásticas para mi
gusto— es el especialista a consultar.
4) El Islam, según su texto sagrado y
la vida de Mahoma, no es precisamente “una religión de paz”. Pero, por otro
lado, el cristianismo sí, según las enseñanzas del Nuevo Testamento, y en cambio
fuimos muy beligerantes en el pasado. La mayoría de creyentes musulmanes no son
violentos y su interpretación o seguimiento del Corán es bastante relajado. Por
lo que dicen muchos cuando les entrevistan, apostaría a que ni siquiera lo han
leído. Pero claro ¿cuántos cristianos han leído la Biblia? Yo mismo no la acabé
hasta hace un par de años y aun así saltándome las partes más aburridas.
5) Los musulmanes no son “una raza”,
aun aceptando que tal concepto existiera. Tampoco tienen por qué ser
extranjeros ni haberlo sido nunca. Hay muchísimos musulmanes que llevan más
años siendo españoles que otros que se enorgullecen de serlo. Suelen haber
nacido en Ceuta o Melilla, pero no necesariamente. Musulmán es quien sigue la
religión del Islam, desde Cassius Clay a Jomeini, por citar dos musulmanes
famosos que ni son árabes ni “moros”. Por tanto, no pueden ser “expulsados de
España”. Porque son españoles. E inocentes.
6) La reducción al buenos y malos es el
verdadero juego del DAESH y otros grupos terroristas. Dividir. Enfrentar. Que
uno no se relacione con su vecino musulmán. Que se aíslen en guetos. Así
tendrán el caldo de cultivo que necesitan para sembrar el odio y conseguir
nuevos adeptos. La vida es gris.
7) Contra el terrorismo lucha la policía,
con notable efectividad. Los ciudadanos hacen bien en manifestarse por la paz,
en poner flores, en ponerse avatares con lazos negros y cualquiera otra
manifestación de duelo y reconciliación. Porque ellos NO tienen que salir a
combatir a los yihadistas. Porque no están preparados para ello. Porque ni
siquiera saben dónde y cómo. La verdadera ayuda consiste en llamar al 091 si
ven algo sospechoso o decidir si actúan o huyen si se ven envueltos en un
altercado. Recuerdo ahora a los refugiados alemanes que redujeron, con la ayuda
de una silla, a un atacante en Alemania. O a los estadounidenses y al británico
que abortaron un ataque en un tren francés.
8) La posibilidad de sufrir un atentado
es nimia. Es ochocientas veces más probable que tengas un accidente doméstico
que te cueste la vida a que la pierdas a menos de un yihadista armado. OCHOCIENTAS VECES MÁS PROBABLE. Creo que no quedan claros los números: por cada vez que te
encuentres a un terrorista con cuchillo, habrás resbalado ochocientas veces en
la ducha con resultado de muerte. Por ello, no debemos preocuparnos tanto de
algo tan improbable ni, sobre todo, dejar que afecte a nuestra forma de vivir,
porque si lo hace, ELLOS GANAN. No pueden conseguirlo de otra manera, salvo
dividiendo a la sociedad y causando miedo.
9) Y, para acabar, un consejo general:
no des nada por supuesto. No te creas lo que diga cualquiera. Duda de tus
conocimientos. Lee mucho. Infórmate. Lee opiniones diferentes. Recuerda a
Unamuno “el nacionalismo se cura viajando”. Conoce a tus vecinos. No les
margines. Verás que no son tan extraños. Y, sobre todo, NO TENGAS MIEDO DE
VIVIR.