Hace pocos días nos hemos despertado
con la condena al cantante César Strawberry por seis tuits en los que el
Tribunal Supremo ha querido ver una apología del terrorismo. Desde luego, no
son elegantes. Incluso pecan de groseros, zafios o hasta inmorales pero ¿son
delictivos? ¿Lo hubieran sido si los hubiera soltado en una fiesta con sus
amigos? Una buena parte de la sociedad que pulula por las redes sociales —que,
no nos equivoquemos, no es representativa de la totalidad de España— se lanzó
de inmediato a defenderle, a hablar de exageraciones y de dictadura encubierta.
Hoy
ha muerto Bimba Bosé, tras una lucha de dos años contra el cáncer. Tenía 41
años. Era más joven que yo. Su tío Miguel ha puesto un precioso mensaje de
despedida y recuerdo. Unos cuantos tuiteros han respondido con groserías muy
crueles y, desde luego, fuera de lugar. Hete aquí que los mismos que defendían
la libertad de desear un secuestro por parte de César Strawberry claman por el
enjuiciamiento y hasta linchamiento de quien desea masturbarse con un cadáver.
¿Entonces? ¿En qué quedamos?
Gobernar
a cuarenta y seis millones de personas es complejo y el derecho penal es muy
rígido y, de hecho, es subsidiario —esto es, solo se aplica cuando todos los
demás han fallado—. Las normas son claras: las injurias a las víctimas del
terrorismo son perseguibles de oficio —aunque ellas no quieran, como EduardoMadina—, mientras que a un particular cualquiera, no. Es necesario que el
agraviado presente una querella ante los juzgados de instrucción de su
localidad. Y además tenemos el problema de que los muertos, como ya pasó con
Isabel Carrasco en León, no tienen personalidad jurídica. Es decir, no tienen
honor y no pueden ser injuriados…
Hoy
no quiero hablar de las leyes, sino de la actitud humana, de la piel fina que comenté hace un tiempo ya
en Facebook. Ahondando un poco más, me preocupa la colisión de derechos. ¿Hacia
dónde queremos avanzar? ¿Es legítimo decir barbaridades, siempre que no se
amenace, coaccione o calumnie? ¿Debemos poner la buena educación como norma fundamental
de conducta en Internet, con castigos, incluso, a quien no la cumpla?
No
tengo una respuesta clara, porque todos tenemos nuestras filias y fobias y a
todos nos duelen más unos insultos que otros —algunos hasta jalean las malas
palabras si son al que piensa diferente—. Lo que sí que tengo claro es que el
criterio ha de ser el mismo. No se puede enfadar uno por lo mismo que al día siguiente
ocurre al revés. Si no, no estamos hablando de equidad o de justicia, sino de
bandos y enfrentamientos.
Y
ahí, queridos amigos, a mí no me veréis. Así que si tu opinión sobre cómo
tratar a otro ser humano depende de lo que vote, quizá deberías plantearte tu
calidad como persona.