Estoy
leyendo mucho sobre islamismo para el libro que estoy escribiendo ahora. Entre
otros textos, ha caído en mis manos un manual del "arte del reclutamiento",
recopilado por un tal Abu Amru Al Qa'idy. Es sorprendente lo que se puede
aprender de él y cómo encaja con lo que estamos viendo día a día, si rascamos
un poco en la superficie y vemos la realidad que subyace.
Es
habitual leer en la prensa que un yihadista europeo cualquiera era un pequeño
delincuente con antecedentes —normalmente por tráfico de drogas o robos— y
"de repente", un día "se hace religioso y se radicaliza".
Eso es un poco raro, ¿no? ¿Y cómo es que el mismo patrón se repite una y otra
vez? Pues porque es el perfil que están buscando.
Una
de las primeras advertencias que hace el manual es que no se busque a personas
formadas en el Islam y el Corán, porque van a poder rebatir con argumentos
sólidos las soflamas de la falsa yihad que predican ellos y eso puede incluso
hacer dudar al reclutador, no digamos ya al resto de futuros
"mártires". En lugar de eso, sugiere que se busque a jóvenes que se
sientan abandonados por la sociedad —y la familia, a poder ser— dado que son
los más fáciles de conducir hacia el odio y darles un propósito vital. También
aconseja que no sean especialmente brillantes, puesto que, cuanto menos
inteligentes, más fácil es manipularlos —eso sin contar con que la juventud es uno
de los momentos en que más influenciables somos—. Por supuesto, mejor con
antecedentes, puesto que esos ya han roto la barrera de lo moral y legalmente
correcto y será más fácil que lo vuelvan a hacer.
Por
ello no hay que esperar otra cosa en nuestro entorno. Diferentes son las zonas
en guerra —Siria, Iraq—, donde el perfil es diferente del todo, por motivos
obvios.
Y
no, el Islam no es una "religión de paz". Quienes lo suele decir son
musulmanes que no han leído su libro sagrado y solo siguen por inercia sus
costumbres, como tantos cristianos en occidente. Pero tampoco el Islam es lo
que el EI y antes que ellos Al Qaeda hacía y hace.